Basta de cuentos

No me cabe en la cabeza que un príncipe encantado se pase durmiendo cien años en una cama esperando que una tía cañera venga a sacarlo de su sueño con un beso moña. No me imagino a ningún hombre medio normal viviendo en una cabaña en medio del bosque con siete enanos de nombres ridículos, ahí, aburrido, sin que se le ocurra darse un garbeíto por el pueblo para ver lo que se cuece. Impensable que un tipo cualquiera, sometido por hermanos impresentables, corra disfrazado de dandy a un baile en una calabaza llevada por ratones, y que luego se le vuelvan los ojos de gusto porque la princesa lo reconozca por unos puñeteros zapatos de baile, como si diera igual la cara que tuviese.

Lo de los cuentos de antes, en realidad, es una mierda. Les das la vuelta, cambias lo femenino por lo masculino, y todo es ridículo.

De esto mismo ya hemos oído hablar antes. Se han escrito artículos, se han hecho comics, se han cantado canciones. Todas, de nuevo, dirigidas a las mujeres: no existe el príncipe encantador, lo que os han contado es una kk, son historias sexistas, bla, bla, bla. Sin embargo, a mi parecer, lo deseable sería que algunos tíos se dieran de una vez cuenta de estas cosas. "Mira, el zapato, te lo metes por el culo: si no eres capaz de reconocerme después de una noche de marcha, no pasa nada, pero ni se te ocurra ir por ahí buscándome tacón en mano, que si no te he dejado mi número de móvil será por algo", le respondería ella hoy en día. "¿Me despiertas así después de cien años de sueño? Déjate de besos moña y pregúntame qué me apetece hacer" (y por si acaso, tío, lleva condones en el bolsillo). Lo de los enanos es tan absurdo que mejor ni lo comentamos.

En definitiva: para de contarme cuentos, que caminar se demuestra andando.