miércoles, 7 de enero de 2009

Carmelitas rá-rá-rá

Estas Navidades me llegó por sopresa un correo electrónico de una de mis compañeras del colegio donde estudié de pequeña durante trece años (casi nada), en el que se proponía que nos volviéramos a encontrar todas, despues de X-tantos años.
En un primer momento, pensé que sería genial volver a ver a algunas amigas de las que hacía años no sabia nada. Pero de pronto se me vino a la cabeza una película que siempre me ha gustado, "Peggy Sue se casó", en la que la protagonista asistía a un remake de la fiesta de fin de curso de su promoción del instituto, se pegaba un jaldazo en la cabeza, y se despertaba en el pasado, en sus tiempos de moza. Me entraron escalofríos de imaginarme de regreso en el colegio de monjas (que ya no depende la la orden de las Carmelitas, sino que se ha modernizado y se ha convertido en una Fundación, porque las monjas cada vez son más viejas, y hay menos voluntarias para ingresar en el convento).
Tras millones de intercambios de mensajes, una de ellas mandó una fotografía suya, indicándo previamente en el cuerpo del mensaje de quienes eran los churumbeles que aparecías en una imagen muy ñoña, tomada en un salón estilo "Casa y Jardín". Otra compañera comentaba a la foto que la protagonista estaba "muy mona", y que por ella no pasaban los años. Segundo escalofrío.
La gota que colmó el vaso fue un último mensaje coercitivo, en el que se exigía a las comunicantas que confirmaran de una vez su asistencia, porque en el restaurante donde se iba a celebrar el almuerzo (ala, todas a ponernos jinchas de comer) necesitaban saber el número de cubiertos. Ya me imaginaba teniendo que hablar con la señora de la foto, mientras intento succionar un espaguetthi rebelde. Y ahí se produjo el tercer y último escalofrío: el precio por cabeza era de 40 euros.
Así que al final, decidí no ir.
Prefiero disfrutarlas o sufrirlas de una en una... Venga, si hace falta, máximo de tres en tres...

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