sábado, 23 de mayo de 2009

Le Fougueaux

21 de Octubre de 1805.

Manuel se desangraba sobre la cubierta destrozada del Fougueaux. El ruido ensordecedor de la batalla le llegaba como muy de lejos. En tan sólo unas horas se había visto forzado por la autoridades de Cádiz, su ciudad natal, a abandonar la herrería de su padre y embarcarse en este navío de 72 cañones, gobernado por franceses cuya lengua no hablaba, y a los que no podía comprender. Faltaban hombres para la lucha contra ese demonio inglés, Nelson se llamaba, que venía del norte a impedir que se llevará a cabo el plan del Emperador Napoleon de invadir Inglaterra. Y sin ningún conocimiento de navegación, se encontró entre otros 600 hombres, casi todos en su misma situación, en medio de una diabólica batalla. Estaba muerto de miedo, y cada vez sentía más y más frío. La lluvia le caía sobre la cara, y el dolor y la rabia lo acompañaron en su último aliento.

Todos los hombres de ese barco murieron ahogados, a 300 metros de la orilla de la playa de Camposoto. Hasta los que no estaban heridos: ninguno sabía nadar.

Hoy he visto el resto de la quilla del barco, y algunos de los cañones, ahora silenciados a 7 metros bajo el mar.

Descansen en paz.

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